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Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016
Comisarios: Paloma Alarcó y Jon-Ove Steihaug
El Museo Thyssen-Bornemisza presenta en sus salas Edvard Munch. Arquetipos, la
primera exposición del pintor noruego en Madrid desde 1984. Organizada con la
generosa colaboración del Museo Munch de Oslo, la muestra reúne una selección de
ochenta obras del artista, hoy considerado uno de los padres del arte moderno junto
a Cézanne, Van Gogh y Gauguin.
Las últimas publicaciones y las más recientes exposiciones han logrado liberar a Munch
de muchos de los estereotipos a los que se ha visto sometido, para mostrarle no solo
como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno sino, sobre
todo, como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística
contemporánea. Comisariada por Paloma Alarcó y Jon-Ove Steinaug, Edvard Munch.
Arquetipos se propone seguir esa senda, centrando la atención en los aspectos más
desconocidos de su fuerza creadora y en su capacidad de sintetizar las obsesiones del
hombre contemporáneo.
Si bien Munch nunca abandonó la figuración, sí rompió con el mundo visible y exploró
la dimensión espiritual oculta de la realidad para, a través de un innovador lenguaje
plástico que evolucionó desde el simbolismo al expresionismo, inmortalizar
plásticamente los temas más universales sobre la vida, el amor y la muerte.
“A contrapelo del estilo moderno”
Muy vinculado durante toda su vida a los ambientes literarios y artísticos de su época,
Edvard Munch contribuyó con su obra al avance de la modernidad que se produjo en
todos los ámbitos de la cultura europea a finales del siglo XIX, junto a figuras
destacadas como el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August
Strindberg o el filósofo alemán
Friedrich Nietzsche.
El arte de Munch surge de una
peculiar mezcla de tradiciones
artísticas, corrientes literarias
progresistas y especulaciones
esotéricas -sin olvidar los mitos
de las tierras del norte-, para
crear toda una mitología de los
tiempos modernos y con una
firme actitud de
experimentación, “a contrapelo
del estilo moderno”, como solía
decir. Valiéndose de arquetipos, imágenes primigenias de comportamientos
humanos, Munch logra establecer múltiples relaciones entre los signos externos del
mundo físico y la dimensión espiritual más oculta.
Obsesiones existenciales como el amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad
o la muerte, y estados de ánimo como melancolía, soledad o sumisión, se muestran en
su obra a través de la actitud corporal de los personajes, paralizados en una especie de
tensión estática en el momento preciso en que su gesto expresa el sentimiento que
deben representar, y determinan también la escenografía y el tratamiento espacial de
la composición. Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación
expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales del
grabado, fueron igualmente elementos básicos de su vocabulario artístico.
“El arte surge de la compulsión del ser humano de comunicarse”
Con esas imágenes directas, dramáticas e intensas, que atraen y mantienen la
atención, el pintor busca interpelar al espectador. Las formas y los medios del lenguaje
artístico deben de estar subordinados a su capacidad de comunicar y, de ese anhelo
por llegar al mayor número de personas, es de donde surge otro de los aspectos
esenciales de su obra: la repetición obsesiva de secuencias temáticas; un perpetuo
reciclado de imágenes que reelabora en medios diferentes, llevando al límite las
técnicas tradicionales de forma poco ortodoxa, y experimentando con ellas para dar
Mujer, 1925. Munch-museet, Oslo
lugar a nuevos significados. La repetición es, de hecho, uno de los elementos
fundamentales del concepto de arquetipo.
Una larga y prolífica carrera
La exposición reúne un total de ochenta
obras, muchas de ellas nunca antes
expuestas en España, que abarcan toda la
larga y prolífica carrera del artista
noruego. La mitad de los préstamos
proceden del Museo Munch de Oslo y el
resto pertenecen a otras prestigiosas
instituciones de todo el mundo, como la
Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de
Basilea, la Tate de Londres, el MoMA de
Nueva York o la National Gallery de
Washington, y a algunas colecciones
internacionales, incluyendo la del Museo Thyssen-Bornemisza, el único en España con
obras de Munch, tanto en la colección permanente como en el depósito de la
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
La distribución en salas se articula en torno a ese amplio catálogo de arquetipos
emocionales (melancolía, amor, muerte…) y a los distintos escenarios en los que están
representados (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el
estudio del artista), combinando en todo el recorrido obras tempranas con versiones
tardías, obra gráfica y pinturas, para subrayar así la circularidad temática y existencial
de su obra.
Melancolía:
Contagiado del impresionismo y sobre todo del simbolismo de algunos artistas del
cambio de siglo, Munch se aleja pronto de
las tendencias naturalistas en las que se
había formado y rompe con todas las
convenciones artísticas y sociales de su
época. Junto a algún paisaje temprano
pintado al aire libre, este espacio reúne
obras clave para comprender la futura
evolución del pintor, como Atardecer
(1888), en la que su hermana Laura, que
luego sufrirá una enfermedad mental,
aparece sola y ensimismada.
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