viernes, 28 de enero de 2011

Carlos de Haes

Carlos de Haes
Carlos de Haes es uno de mis pintores favoritos, claro está, me recuerda a los románticos americanos de la escuela del Hudson. La figura de este excelente pintor y grabador pasa desapercibida entre el gran público quizás por dedicarse al paisaje y no al retrato propiamente dicho. Pintores de la talla de Velazquez, el Greco y otros le han eclipsado en la percepción popular del mundo de la pintura.
Es por esto que entre los aficionados por encima a la pintura sea un gran desconocido. Sin embargo nos encontramos ante un artista de gran talento que debería estar en la mitología pictórica popular en los primeros puestos, junto a los anteriormente nombrados.
He encontrado en el Museo del Prado una excelente reproducción de una de sus obras al óleo. Si hacen click sobre ella podrán admirarla en todo su esplendor y les ayudará a entender que no hace falta pintar los detalles del cuadro de manera perfectísima y detalladísima. Que el color, la pincelada direccional y la claridad de ideas al situar el foco de luz, más la composición, hacen de este cuadro una obra de arte fuera de serie.

Aquí les dejo mi interpretación del como lo hizo, visto claro está desde mi perspectiva.

Interpretación



Breve biografía del pintor por si quieren investigar un poquito sobre su figura.

Carlos de Haes fue un pintor español de origen belga (Bruselas, 25 de enero de 1829 - Madrid, 17 de junio de 1898). Se le puede clasificar como paisajista dentro de la tendencia general del Realismo. Fue catedrático de Pintura de Paisaje en la Escuela de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid desde 1857. Entre sus alumnos estuvieron Jaime MoreraAureliano de Beruete y Darío de Regoyos. Lo mejor de su extensa obra (cuatro mil cuadros y apuntes) se puede ver en el Museo de Málaga, en el de Museo de Lérida (legado Jaime Morera, 80 piezas) y en el Museo del Prado, que recibió 183 obras del extinto Museo de Arte Moderno, al cual las habían donado sus propios discípulos. Siguiendo el ideal académico, consideraba que el fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda belleza por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación. No puede considerársele seguidor del plenairismo, pues era partidario de trabajar del natural sólo los bocetos preparatorios, mientras que el cuadro final debía, según él, ser acabado con el trabajo clásico de taller. En cuanto a la técnica, su pincelada tiene connotaciones impresionistas, no así el tratamiento de la luz y el color, alejado de la espontaneidad e inmediatez de este movimiento pictórico.

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